Calles para todos. Repensando las calles
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Londoño Cárdenas, Manuel Alberto | 2017-10-30
Siempre, las calles de nuestras ciudades se han concebido como lugares de circulación, de intercambio y de encuentro. Pero con el paso del
tiempo, especialmente con la llegada de los automóviles y la planeación
del movimiento moderno, las calles se han considerado principalmente como sendas de circulación rápida donde muchas veces la inseguridad nos excluye. Las calles se han vuelto, en muchas ciudades, lugares hostiles donde prima el motor y no los pasos, donde las máquinas a una
velocidad exagerada ocupan un espacio predominante dejando rezagado a los caminantes a un espacio claustrofóbico e ínfimo. Y aunque
para los años sesenta o setenta diversos colectivos, profesionales y autores (Buchanan, Mumford, Jacobs, entre otros) promovían un enfoque menos técnico-simplificador y más completo en las calles a partir de
visiones distintas1, nuestras ciudades aún tienen un alto problema de
cohesión, de seguridad, de contaminación y de integración social.
Es por esto que hoy en día buscamos repensar las calle y las llamamos “calles completas”, dándoles un adjetivo integral para recordar que estas deben ser diseñadas y construidas para facilitar el acceso seguro a todas
las personas, independiente del medio de transporte que decidan usar, sin
importar su edad o condiciones especiales de movilidad (Smart Growth
America, 2018). Estas deben permitir el acceso a los predios privados y,
sobretodo, brindar conexiones y estancias seguras entre los lugares de
vivienda y de trabajo, estudio u ocio. En pocas palabras, las calles deberían ser el lugar central por excelencia de nuestro espacio público; lugares
polivalentes que se transforman para abarcar a todos y recibir diferentes
actividades con la misma evolución y diversidad de nuestra cultura.
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