En su imperio, como soberana de principio a fin, hizo prevalecer su criterio y actuaba según los dictados de su corazón, después de considerar muchas veces alocadas ideas que revoloteaban como mariposas en su mente hasta construir un mundo de gozadera para cientos de miles de barranquilleros y visitantes con quienes disfrutó de la más reciente fiesta.